Siempre he sido introvertida, pero cuando tenía 20 años, no sé si por la ignorancia de la juventud o porque no tenía tanto miedos encima, sí tenía una autoestima alta y confianza en mí misma. Trabajaba vendiendo trajes a hombres en una tienda de ropa y nunca dudé de mis capacidades. Ahora, con 38 años recién cumplidos, vivo cada día con el síndrome del impostor acechándome y mi autoestima está en proceso de mejora.
Aunque a priori no te lo parezca, la autoestima es clave no solo para cuidar tu salud mental sino para aprender a poner límites, para desarrollarnos personalmente, para progresar y para seguir aprendiendo. Una persona con buena autoestima se acepta tal como es, es capaz de juzgarse de forma objetiva y tiene claras cuáles son sus capacidades y puntos de mejora. Se evalúa a sí misma de manera positiva y tiene una actitud también positiva hacia sí misma. Sin embargo, alguien con baja autoestima se siente inferior y desanimado a la hora de afrontar retos.
Si queremos cultivar estas áreas de la inteligencia emocional, hay un par de pequeños rituales o hábitos que podemos añadir en nuestro día a día que nos ayudan a mejorar nuestra confianza y autoestima sin que nos demos ni cuenta.
Haz ejercicio físico
La actividad física puede ayudar a las personas a lograr un autoconcepto positivo y promover el bienestar psicológico a través de la mejora de las percepciones físicas y la satisfacción corporal. Es decir, nos ayuda a vernos mejor y eso aumenta la autoestima.
Además, al hacer ejercicio nos superamos a nosotras mismas, lo que nos hace ganar confianza. Piénsalo. Estás en el gimnasio levantando pesas y haciendo ejercicios de fuerza. El primer día levantas tan poquito que te da hasta vergüenza. Después de un par de meses de trabajo duro has quintuplicado el peso y ganado confianza en que puedes hacer mucho más de lo que pensabas al principio. Ese pensamiento no se queda solo en el gimnasio, es extrapolable a la vida.
Escribe un diario de gratitud todas las mañanas
Los diarios de gratitud consisten en apuntar cosas que ocurren en nuestro día a día y que nos hacen sentir agradecidas y felices. Y en este caso es aconsejable escribirlo a primera hora del día para comenzar el día con nuestro cerebro centrando la atención en las cosas buenas y evitando caer en el “todo me va mal”. Hazlo fácil y cuando te levantes, piensa en cinco cosas por las que estás agradecida en ese día. Puede ser algo tan sencillo como que te has despertado con el sol entrando por tu ventana o algo más elaborado como que ese día vas a ver a una amiga a la que hace tiempo que no abrazas.
Esta sencilla práctica no solo te ayuda a ver la felicidad en las pequeñas cosas, también a valorar más los buenos momentos que vives y a adoptar una actitud más positiva ante la vida.
Practica la autoconversación positiva
Si piensas en cómo te hablas a ti misma es posible que te descubras diciéndote frases como “mira que soy idiota”, “lo hago todo mal” o similares. Esa autoconversación negativa tiene más efectos de lo que imaginas. La forma en que te hablas puede afectar directamente a tu felicidad, a tu autoestima y a tu opinión sobre ti misma. Cuando termines el diario de gratitud, apunta tres cosas que te gusten de ti o algo de lo que quieras convencerte. “Soy buena en mi trabajo”, “conseguiré x”, “sé que puedo hacerlo”.
Escríbelo y repítelo en voz alta. Las afirmaciones, cuando son realistas y se practican con persistencia, pueden ser una herramienta de autoayuda con capacidad para motivar, aumentar la autoestima y confianza, tal y como explica la psicóloga Adela Amado en Mundopsicologos.
En mi caso, este refuerzo de pensamientos positivos fue una de las claves en el proceso de superación de mi ruptura de pareja. Todos los días me miraba al espejo y me decía: “lo estás haciendo genial”. Y si me veía guapa, me lo decía. Es un hábito que aún conservo, el hablarme directamente al espejo, diciéndome cosas positivas sobre mí. Mi percepción sobre mí misma ha cambiado desde que lo hago.
Reflexiona al final del día
Para esto es muy práctico hacer un journaling que nos ayude a repasar el día, analizar las emociones que hemos vivido, las experiencias y hasta lo que hemos aprendido en ese día. No necesitamos más de diez minutos, pero nos ayuda a tener una visión mucho más objetiva y evita que nos quedemos solo con lo malo que hayamos podido vivir ese día.
Se hace un análisis global del día y no de un momento concreto que se dejaría llevar por el llamado sesgo de negatividad. Con este hábito y dando un paso atrás vemos todo de una forma más holística, los que nos ayuda a quitarle drama a algunas situaciones y a manejarlas con más confianza si se repiten.
Practica el autocuidado todos los días
Repite este mantra: soy importante para mí. Tendemos a pensar en las necesidades y deseos de los demás y ponerlos por encima de los nuestros, pero ya sabemos que para cuidar de otros tenemos primero que estar nosotras bien. de ahí la importancia de practicar el autocuidado de la manera que más te aparezca o te guste.
Puede ser dedicando 15 minutos a leer, haciéndote una skincare al terminar el día o tomando una infusión caliente mientras ves ‘Los Bridgerton’. Haz aquello que te hace feliz, pero dedica todos los días un rato a ti misma porque notarás mucho la diferencia.
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